“Trayectorias Académicas” testimonia un mojón en un proceso que preocupa profundamente a nuestra universidad pública y que en este tramo de su desarrollo, lo hace formar parte de sus prioridades.
Gestionamos la UNLP con un Plan Estratégico desde el año 2004. Este año estamos formulando la quinta revisión de este proceso participativo que define nuestros objetivos generales, específicos, líneas estratégicas, programas, proyectos y obras que debemos concretar.
En este año 2017, el plan estratégico vigente cuenta con más de 900 programas, proyectos y obras. Todos son importantes, todos registran distintos niveles de avance y concreción, pero algunos son prioritarios y este que tratamos es un caso central para el presente y el futuro de la UNLP.
Hace 14 años, cuando comenzamos a gestionar con un Plan Estratégico Participativo, la comunidad universitaria definía las mismas líneas estratégicas generales como fundamentales. La UNLP requería de políticas Académicas, de Ciencia y Tecnología, de Extensión Universitaria, de Relaciones institucionales y de Administración económica de todo ese proceso.
Sin embargo, las prioridades eran otras: la Universidad no tenía aulas suficientes, había que crear nuevas, era necesario desarrollar con mayor énfasis el posgrado –varias Facultades no tenían siquiera un Doctorado en su rama de conocimiento-, los colegios de pregrado no contaban con las instalaciones adecuadas para dar clase. Alguno ni siquiera disponía de un edificio propio. El sistema científico-tecnológico tenía carencias de equipamiento, de edificios y de recursos humanos. La Extensión necesitaba dar un salto inmenso para la integración social de la UNLP. Las relaciones institucionales se movían en un círculo muy pequeño.
Nuestra Universidad había pasado de 40.000 personas en el inicio de la Normalización Democrática a 160.000 entre estudiantes de pregrado, grado, posgrado y trabajadores docentes y no docentes. Cumplíamos con creces nuestro objetivo fundamental de inclusión con calidad, pero los dolores de ese crecimiento eran insostenibles.
Los estudiantes escuchaban las clases teóricas en los pasillos, los investigadores y tecnólogos trabajaban en lugares pésimos, en algunos casos sótanos con humedad, en otros casos en casas alquiladas.
Nuestras relaciones institucionales con otras universidades, con organizaciones de la Sociedad Civil y hasta con las microempresas innovadoras y de conocimiento creadas por nuestros propios graduados eran, en la mayoría de los casos formales y muy poco prácticas.
La Extensión Universitaria comenzaba a dejar de ser solamente “cultural” y crecía claramente como aporte solidario con los más necesitados.
Los servicios para apuntalar el bienestar estudiantil eran escasos, los estudiantes más necesitados tenían una escasísima contención económica y tampoco académica y las posibilidades de abandono eran importantes.
Era imperioso descentralizar la administración y empoderar a Facultades y Colegios y dotarlos de los mayores recursos posibles para que pudieran tomar sus propias decisiones y para eso había que crecer en presupuesto.
Las prioridades de ese momento eran evidentes. Había que manejar el delicado equilibrio entre política institucional, planificación participativa, gestión para concretar lo planificado y comunicación no sólo de lo avanzado sino como sostén del diálogo permanente entre claustros, pensamientos y miradas afortunadamente diferentes para converger en un camino común que coincidiera no sólo en lo que había que hacer, sino y fundamentalmente en lo prioritario.
Todos estos años fuimos saldando juntos y con mucho esfuerzo y tolerancia recíproca muchas de esas demandas: Se construyeron 160.000 m2 nuevos y se restauraron más de 100.000 m2 de los 300.000 m2 de edificios que contaba la UNLP en el 2004. Se construyeron obras increíbles como las nuevas Facultades de Periodismo, Informática, Humanidades y Psicología. También se acondicionó a pleno Derecho. Se restauraron y recuperaron de situaciones críticas el Colegio Nacional y el Liceo Víctor Mercante, Se recuperó la Anexa, Se construyó el nuevo edificio del Bachillerato de Bellas Artes y se recuperaron con emulsión asfáltica los 10 km de acceso a la Escuela Agraria Inchausti volviéndola definitivamente accesible. Se construyeron decenas de nuevos Institutos de Investigación y Transferencia, centenares de aulas. También un Planetario, se restauró plenamente el Museo de la Facultad de Ciencias Naturales. Vaciamos y demolimos parte del edificio de 48 e/6 y 7 construido en época de la dictadura militar, que avasallaba pegado literalmente al edificio del Rectorado y estamos convirtiendo los 15.000 m2 restantes en un gran centro de comunicación, administración, arte, posgrado y convenciones, además de instalar nuestra propia sucursal bancaria. Nos extendimos en la Región con el Complejo Universitario del BIM en Ensenada y el Sanatorio de la Carne en Berisso, y mucho, mucho más.
Seguimos haciendo obras, pero ya no ocupan la centralidad de los reclamos para poder funcionar en ámbitos adecuados.
Tampoco los servicios estudiantiles hoy están atrasados, más allá de que siempre iremos sumando nuevos aportes: crecimos en una gran diversidad de becas, en cobertura y prevención de la salud, en reabrir después de 30 años el Comedor Universitario –hoy el más grande y económico de las universidades argentinas con 4 sedes y más de 7.000 estudiantes diarios con picos de 10.000-, abrimos un albergue universitario para los estudiantes con mayores dificultades económicas y voluntad de estudiar. Hoy son 130 y completaremos su capacidad de 200. Pudimos gestionar el funcionamiento de un tren, con estaciones universitarias, también de una línea de micros universitarios que recorre las facultades –“el Rondín Universitario”-.Pusimos en marcha el “Ecobús” eléctrico y con baterías de litio para llevar nuestros estudiantes desde la salida de la facultad hasta la parada del micro. Entregamos centenares de bicicletas todos los años desde hace más de diez años. Militamos juntos la ley provincial 14.735 del boleto estudiantil –un logro exclusivo de la UNLP- y hoy los estudiantes regulares viajan en forma gratuita en los micros locales. También conseguimos que los alumnos primarios y secundarios de toda la Provincia puedan viajar gratuitamente y esta conquista ya se extiende a la totalidad de las universidades públicas con asiento en la Provincia.
Reformamos el Estatuto de la UNLP en 2008, en un arduo proceso de debates que permitió hacer crecer el Bienestar Estudiantil, la Extensión Universitaria, garantizar la gratuidad de los Doctorados para Docentes e Investigadores e incorporar al cogobierno de la UNLP, a los Colegios Universitarios de Pregrado en el Consejo Superior y la Asamblea y a los No Docentes con voz y voto en los Consejos Directivos, el Consejo Superior y la Asamblea Universitaria.
Gestionamos con énfasis la Ley Nacional 27.204 aprobada en el 2015 que garantiza el ingreso irrestricto y la gratuidad de la enseñanza en las Universidades Públicas Argentinas y devuelve al Consejo Superior de las Universidades la autonomía para decidir su propio régimen de ingreso dentro de una política inclusiva.
Los Programas académicos, científico tecnológicos, de Extensión y de Relaciones Institucionales, así como de Administración, avanzaron notablemente haciendo crecer y consolidando el carácter inclusivo y de calidad de nuestra universidad. Sería interminable enumerar esos avances en esta apretada síntesis.
Nuestra querida Universidad, pública y popular, autónoma y cogobernada, gratuita y de ingreso irrestricto cumple y defiende los postulados de la Reforma Universitaria de 1918 en las postrimerías de su centenario. Muchos de nuestros desvelos al inicio del plan en el 2004 están salvados.
Hay que sostener lo logrado, no obstante, esos avances nos generan nuevas responsabilidades y por lo tanto nuevas prioridades. No significa que no sigamos trabajando por evolucionar en todo lo logrado, pero nuestras prioridades políticas deben ser otras:
En Ciencia y Tecnología debemos poder retener nuestros recursos humanos formados. La nuestra es una universidad productora de conocimientos, y esa característica la transforma en una herramienta formidable para aportar al desarrollo de nuestra patria, pero no podemos darnos el lujo de mermar en nuestro capital humano fundamental. Debemos poder encontrar la forma de garantizar una mayor dedicación al graduado investigador que alcanzó formación de posgrado mediante una Tesis. Debemos crecer en nuestra plantilla de científicos y tecnólogos para poder colaborar a afrontar con políticas soberanas el escenario que sea.
En Extensión debemos pegar el salto de la exclusividad de la solidaridad a la capacitación formal alternativa. La inmensa mayoría de nuestros jóvenes no viene a la Universidad Pública, no transita por la educación formal como hoy la conocemos ni quiere llegar a un título de grado, pero le pide a la Universidad que lo forme para tener oportunidades de progresar con herramientas propias de conocimiento y habilidades. Para eso creamos las Diplomaturas a fines de 2016. Estas iniciativas deben florecer en todas las Unidades Académicas y en cada ámbito formativo de la UNLP. Nuestro trabajo no se acaba con las tecnicaturas y licenciaturas ni con los posgrados. Aparece en escena un “nuevo” capítulo de la Extensión que paradójicamente fue el motivo de su existencia, allá por el siglo XIX, en el completamiento de la tríada del modelo universitario que defendemos.
Las Relaciones Institucionales nos ayudan a integrarnos al mundo y a la región, no hay dudas que debemos tejer redes con otras universidades, instituciones de la Sociedad Civil y empresas innovadoras, fundamentalmente micro, pequeñas y medianas. Pero ahora debemos priorizar las redes inteligentes, que sean sinérgicas con este modelo de universidad, herramienta de desarrollo nacional y regional. Debemos pensar en proyectos comunes que nos acerquen a la agenda social con más fuerza, que motoricen progreso. La movilidad y el intercambio deberían tener esta premisa como primera opción.
Las Políticas Académicas, como el resto, deben sostener su andamiaje de programas que les permita sostener la calidad de la enseñanza en el grado. Ya crecimos en el posgrado (de 6.000 a 25.000 estudiantes en carreras y cursos; de 80 a más de 200 carreras), ahora debemos promover selectivamente las Especializaciones que nos vinculen con nuestros graduados que intentan hacer pie y progresan en las profesiones liberales y con los sectores productivos estratégicos –agua, energía, alimentos, medicamentos, etc.- que necesitan un especialista con urgencia para no demorar su propio desarrollo.
Fundamentalmente debemos poner nuestro acento en el rendimiento académico del grado y en una permanente mejoría de la relación egreso /ingreso. Los estudiantes deben poder aprobar más materias por año, volver más corta la distancia entre la duración real y la duración planificada de sus carreras hasta reducirla a 0.
Cuando estábamos en un promedio de 22 egresados cada 100 ingresantes nos propusimos dar un paso importante y llegar a 40 egresados cada 100 ingresantes. Ahora debemos llegar a 50 cada 100. Es la próxima meta, cada vez será más difícil ascender. Pero si debemos modificar nuestros planes de estudio lo haremos, permitir que las materias con finales también puedan aprobarse por promoción, que los cursos de ingreso formen parte de los planes de estudio, que haya cada vez más materias cuatrimestrales y menos anuales, que los trabajos Integradores Finales de Carrera tengan un seguimiento constante y personalizado que no los vuelva interminables o que puedan sustituirse por prácticas profesionales externas, que tengamos tutores en todos los tramos de la carrera, que podamos dictar en el período vacacional materias que después no “pesen” tanto en el año de cursadas, que vayamos a buscar a los estudiantes que dejaron la carrera faltándole pocas materias y les propongamos un régimen especial con seguimiento para que puedan terminar su carrera. No estamos inventando nada, distintas Unidades Académicas y otras Universidades implementaron con éxito alguna de éstas y otras experiencias que deberemos saber tomar e imaginar.
Por este proceso de nuestra historia reciente “Trayectorias Académicas” tiene un especial significado. Juntos, docentes, investigadores, extensionistas, no docentes y estudiantes estamos consciente o inconscientemente modelando y protagonizando la Segunda Reforma Universitaria. Es nuestra inmensa responsabilidad. Ojalá sepamos asumirla.
(*) Fernando Tauber escribió este prólogo para el libro «Trayectorias académicas» de la UNLP